17:45 hs.
Avioncitos de papel sobre una mesa roja. Al lado, una silla.
En el centro del salón, un perchero con ropa.
* * *
“Hacia el más acá: vuelos internos”
Hay aviones sobre la mesa, esperando. Vamos de viaje: música festiva.
“Hace frío”.
Comienza el vuelo, juego de manos. ¿Qué es un palmípedo? Enseguida, los aviones buscan pista, y el cielo comienza a construirse. ¿Quién quiere subir? Los pies también buscan el aire, y las alas de papel se despliegan por el cielo y por el suelo:
vuelos de bautismo, una caricia: ya no hace frío.
Hay velos que comienzan a cubrir y descubrir espaldas. Pieles que despiertan, el papel vuela en el suelo. Trenes en el cielo (¿al revés?).
Despegar con el otro. Alegría. Descubrimiento. Encuentros en la inmensidad del aire, haciendo espacio con las manos. Ahora son los pies los que levantan vuelo y los avioncitos miran desde abajo. Los velos llegan, y los velos caen. Cubrirse y descubrirse, juego de sombras entre la luz roja y el atardecer de afuera. Ronda de alas, transitar el centro y descentrarse. Zambullirse en un mar de brazos que es el cielo por un rato, dejarse ir en el juego del encuentro.
Un centro se abre bajo la luz, y nacen puentes hacia el más acá. Transitar la periferia con manos aladas.
El ritmo se cadencia con movimientos lentos. Hombros que se inclinan, cabezas que giran. Explorar de cuclillas los rostros posibles que van llegando:
luna que brilla sobre blancos y negros, tules y colores en la cabeza; tules y brillos sobre la pollera. Hilos enredados en las manos ¿para salir de qué laberintos? Un rostro sobre los hombros, y los pies que abren camino. El sol deambula entre las sombras, dibujando tibios claroscuros…“piensa en mí”…
Un bote con dos remos transitando densidades. Antifaz blanco que interroga debajo del sombrero, un bastón entre las manos…“¿por qué volviste?”. Vuelos esperando ¿por qué no pueden despegar?
Lentamente, los hombros dibujan movimientos y las manos sostienen remos o bastones. Ya en el suelo, los dedos transitan un rostro.
Suenan cuerdas desde un rincón, el payaso está encontrando lugares en la calma, construyendo un refugio con sonidos mientras su corbata sonríe y la nariz lloriquea.
Transitar el aire desde los tules celestes del vestido ¿es necesario cubrirse para mirar a los ojos?
Hay diálogos hacia arriba y los aviones ya no importan cuando hay vuelos internos.
Trance de tules y de flores construyen un camino. Máscara verde y boca roja que llega detrás de las manos abiertas.
Reparar abrazos abrazando. ¿Cuál será el próximo vestido?
La música abraza lentamente los espacios, un bastón camina apurado, y desde lo alto alguien busca.
Despegarse del suelo.
Verdes y azules cubren los hombros y descubren la espalda ¿hacia dónde mira el antifaz?
En un rincón, alguien está cabeza abajo, las manos quieren despertar al rostro que duerme; golpean y acunan y sostienen.
Ritmo de lluvia, encontrar a otro. La tarde mira desde el fondo, y otros dedos siguen acariciando pieles.
“ …y que sea lo que sea…”
Vale
Avioncitos de papel sobre una mesa roja. Al lado, una silla.
En el centro del salón, un perchero con ropa.
* * *
“Hacia el más acá: vuelos internos”
Hay aviones sobre la mesa, esperando. Vamos de viaje: música festiva.
“Hace frío”.
Comienza el vuelo, juego de manos. ¿Qué es un palmípedo? Enseguida, los aviones buscan pista, y el cielo comienza a construirse. ¿Quién quiere subir? Los pies también buscan el aire, y las alas de papel se despliegan por el cielo y por el suelo:
vuelos de bautismo, una caricia: ya no hace frío.
Hay velos que comienzan a cubrir y descubrir espaldas. Pieles que despiertan, el papel vuela en el suelo. Trenes en el cielo (¿al revés?).
Despegar con el otro. Alegría. Descubrimiento. Encuentros en la inmensidad del aire, haciendo espacio con las manos. Ahora son los pies los que levantan vuelo y los avioncitos miran desde abajo. Los velos llegan, y los velos caen. Cubrirse y descubrirse, juego de sombras entre la luz roja y el atardecer de afuera. Ronda de alas, transitar el centro y descentrarse. Zambullirse en un mar de brazos que es el cielo por un rato, dejarse ir en el juego del encuentro.
Un centro se abre bajo la luz, y nacen puentes hacia el más acá. Transitar la periferia con manos aladas.
El ritmo se cadencia con movimientos lentos. Hombros que se inclinan, cabezas que giran. Explorar de cuclillas los rostros posibles que van llegando:
luna que brilla sobre blancos y negros, tules y colores en la cabeza; tules y brillos sobre la pollera. Hilos enredados en las manos ¿para salir de qué laberintos? Un rostro sobre los hombros, y los pies que abren camino. El sol deambula entre las sombras, dibujando tibios claroscuros…“piensa en mí”…
Un bote con dos remos transitando densidades. Antifaz blanco que interroga debajo del sombrero, un bastón entre las manos…“¿por qué volviste?”. Vuelos esperando ¿por qué no pueden despegar?
Lentamente, los hombros dibujan movimientos y las manos sostienen remos o bastones. Ya en el suelo, los dedos transitan un rostro.
Suenan cuerdas desde un rincón, el payaso está encontrando lugares en la calma, construyendo un refugio con sonidos mientras su corbata sonríe y la nariz lloriquea.
Transitar el aire desde los tules celestes del vestido ¿es necesario cubrirse para mirar a los ojos?
Hay diálogos hacia arriba y los aviones ya no importan cuando hay vuelos internos.
Trance de tules y de flores construyen un camino. Máscara verde y boca roja que llega detrás de las manos abiertas.
Reparar abrazos abrazando. ¿Cuál será el próximo vestido?
La música abraza lentamente los espacios, un bastón camina apurado, y desde lo alto alguien busca.
Despegarse del suelo.
Verdes y azules cubren los hombros y descubren la espalda ¿hacia dónde mira el antifaz?
En un rincón, alguien está cabeza abajo, las manos quieren despertar al rostro que duerme; golpean y acunan y sostienen.
Ritmo de lluvia, encontrar a otro. La tarde mira desde el fondo, y otros dedos siguen acariciando pieles.
“ …y que sea lo que sea…”
Vale
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